LUCES RARAS, PAREDES DE PIEDRA Y RECUERDOS QUE NO QUIEREN SER TAPERA
En el medio del campo, lejos de todo camino, luz eléctrica o agua potable, paredes centenarias se resisten al tiempo y ven crecer entre las piedras de sus gruesas paredes, largos árboles repletos de pájaros que alegran las mañanas con sus trinos.
En la inmensidad de la ruralidad profunda, en campos del Paso de los Carros, una de tantas taperas de Cerro Largo se resiste a caer. De acuerdo a datos aportados por vecinos, la vieja casa de piedra debe tener unos 150 años. Algunos veteranos de la zona nos dicen que cuando ellos eran niños, ahí vivía la familia Sequeira – Barboza. “De esa gente, ya no queda nadie en el lugar”, nos aseguran. “Eran muchos hermanos, es lo único que recuerdo”, nos dijo con tono de nostalgia uno de los hermanos Larreguí, quien señala que, desde la década del 60 en delante, ahí, ya no vive nadie. Apenas, los recuerdos.
En el lugar, casas abandonadas y rastros de viejas edificaciones son postales que se repiten. Incluso, misterios, soledades y silencios forman parte de algunas de esas viejas edificaciones en las que, misteriosamente en las noches más oscuras, resplandores y luces de un tono celestial, iluminan a los lejos. Pero de ese tema, no muchos están dispuestos a hablar.
En el día y en la tapera de la foto, se puede sentir una profunda sensación de soledad, impregnada seguramente en esas paredes añejas que un día fueron hogar, que vieron nacer y crecer niños, escucharon risas, llantos, charlas… y finalmente, fueron testigos de la despedida. No de una, dos o tres familias, sino de una época que ya no volverá.