
Peñarol de Aceguá y Noblia representa a la 5ta. Sección del departamento de Cerro Largo y viene realizando, pese a las dos derrotas sufridas en el inicio de la temporada, una gran campaña en el torneo “Ciudad de Melo” de primera división.
Para sorpresa de muchos, más de uno de sus jugadores lejos de practicar fútbol a diario, de procesos físicos evolutivos, de pretemporadas, alimentación acorde y de gimnasios cerrados para entrenar ante las inclemencias del tiempo, se puede decir que se bajan del caballo o el tractor y salen a la cancha con hambre de fútbol y sed de gloria.
La tarea de peón rural no da tregua y hay que ensillar el caballo, amarguear temprano, escuchar la radio, guapear sin pensar en el clima y no esquivarle al bulto; pero al llegar el fin de semana en Aceguá, las botas de potro se sustituyen por zapatos intercambiables, el poncho pasa ser de manga corta, tiene número en la espada y escudo en el pecho y el matungo, deja de corcovear y el jinete vuelve a estar a los saltos, pero para cabecear, trancar o manotear la pelota que viene y va.
En la rutina de estos esforzados deportistas, hay días que toca esquilar, señalar corderos, carnear alguna vaca o sacarla del barro, vacunar, hacer alambrados, cortar leña, pasar arroyos crecidos, hacerse amigo de la helada o invisible ante soles intensos de veranos calientes. Todo esto y mucho más, forma parte del sacrificado trabajo de algunos de los jugadores del Peñarol de la frontera, ese que cuando juega de local llena el estadio, ese que cuando viaja a Melo deja la vida en cada pelota, como si esta dependiera del gol.
Esa garra y ese empuje transformó al mirasol en el campeón de la “B” y al ascender, la pelota, la camiseta y el pago, es defendido con uñas y dientes en cada partido. Podrá no ganar, pero el alma queda en la cancha y todos saben, que no enfrentan sólo a un equipo, ya que en cada jugador vive la rebeldía del kilero, la estirpe del gaucho, la fuerza del toro y la serenidad de sus cerros azules “del pobre que va por pan”.
Ese espíritu de lucha lo representa Mauricio Pérez Pinheiro, el golero titular del mirasol fronterizo.

Le dicen el “cocota”, siempre le gustó el fútbol y en particular el arco, pero entrenar es un lujo que su trabajo no permite, sumado a que la distancia a las ciudades capitales de la región, sea en Brasil o Uruguay, no son una opción viable para “gurizinhos” del interior. Por eso, con condiciones naturales o no, él y vaya a saber cuántos otros, postergan sus sueños en el campo de la vida ya que la realidad les coloca obstáculos más altos que a otros y soñar cuesta caro.
“Lo conozco de gurí, es humilde como pocos, una excelente persona, gran trabajador…y buen golero”, acota con emoción el alcalde de Aceguá, Javier Rodríguez.
“Ah, te cuento, es el presidente de La Tropilla de Aceguá, porque tiene locura con los caballos y es muy buena gente”, cuenta el titular del municipio, quien no escatima elogios hacia el guardameta gaucho.
El trabajador rural y futbolista aficionado, dedica buena parte de su vida al cuidado de los caballos, siguiendo junto a su familia esa tradición campera, sin olvidar, su pasión por la pelota.
El fútbol amateur es una vivencia que existe en cada rincón del Uruguay y en todo el continente. En Aceguá, una localidad limítrofe con Brasil en el departamento de Cerro Largo, existe un jugador que asoma como rareza para los de afuera, pero es algo natural para la gente del lugar. Sin notar muchas veces que frente al golero gaucho o gauyo, juegan futbolistas de gran trayectoria, que incluso han vestido la casaca celeste de la selección de Uruguay, como es el caso de Diego “pepe” de Souza.
Esas mixturas, le siguen dando al fútbol chacarero una identidad nacional forjada por aquellos que no practican el deporte de manera profesional y disfrutan de patear o atajar una pelota los fines de semana, demostrando (sin quererlo posiblemente) que con poco uno puede ser feliz a través de la humildad y el deporte.
