¿El voto a las alcaldías es un voto útil?

Desde 2010 los uruguayos, además de votar en elecciones nacionales (por presidente y legisladores nacionales) y en elecciones departamentales (por intendente y ediles), también pueden elegir alcaldes para sus municipios. No todos vivimos en lugares donde existen alcaldías. Se crearon algunos municipios en una primera etapa, y luego se han creado algunos más, pero hay muchas zonas que no están bajo la jurisdicción de ninguna alcaldía.
A 20 días de la elección departamental y municipal, menos de la mitad de los votantes piensa votar por algún candidato a alcalde. Hay grandes variaciones según el lugar de residencia; en parte porque muchos no pueden elegir alcalde, porque no viven en un municipio. Pero ese no es el único motivo. En Canelones, donde hay 30 alcaldías que cubren todo el departamento, el 41% tiene intención de votar a algún candidato de la alcaldía donde vive. En Montevideo hay solo ocho municipios que cubren todo el territorio: todos los montevideanos pueden votar por alcalde. Sin embargo, apenas el 29% piensa poner la papeleta municipal para participar de esa elección.
Tanto por los resultados de las encuestas actuales, como por la votación concreta en elecciones locales pasadas, lo que se observa es que el voto a alcalde es inversamente proporcional al tamaño de la localidad. En las localidades más pequeñas es donde participa más gente en la elección de sus autoridades. Por ejemplo, en Río Branco en las elecciones municipales de 2020 votó a algún alcalde el 78% de los habilitados; en Minas de Corrales participó el 93% de los electores.
Las alcaldías son una herramienta de gobernanza relativamente nueva en Uruguay y ha tenido un impacto muy diverso según la zona. En el interior son percibidas como una forma de acercar la autoridad a la gente. Para muchos vecinos, el alcalde es la autoridad más cercana, la persona que puede resolver de forma más rápida y eficiente los problemas locales. Se le puede reclamar por el estado de las calles, las luces rotas, se le puede pedir que se arregle la plaza o se instale una cancha de fútbol para que jueguen los niños.
El alcalde, además, es un vecino más, conocido por todos, y todos pueden “controlar lo que hace”, ver que no se mande ninguna macana, y hasta saben cómo vive y en qué gasta sus ingresos. Este era el espíritu que tenía la creación de los municipios e implicaba un cambio significativo en la gobernanza local. Pero para que funcione como se deseaba, es necesario que la gente los conozca, sepa cuáles son sus funciones y tenga canales efectivos de comunicación (casi) directa con ellos.
Un problema es que no todos votamos en el lugar donde residimos. En Montevideo, en particular, mucha gente vota en el barrio donde vivía cuando era joven, y no hoy. Y, por tanto, solo puede elegir autoridades municipales de un municipio que no es el suyo hoy.
En un inicio, se creyó que la posibilidad de elegir alcalde iba a motivar a los votantes a trasladar su credencial para votar donde viven y así tener capacidad de incidir sobre los problemas de su barrio. Pero, para la gran mayoría, pesa más la pereza de encarar otro trámite, o la costumbre de seguir votando en el “viejo barrio”, que la posibilidad de votar en una elección que no perciben como decisiva.
Además, los municipios montevideanos no coinciden exactamente con los barrios y se identifican con letras y no con nombres propios que se puedan asociar naturalmente a un lugar geográfico. Muchos vecinos no saben en cuál municipio viven, y muchos más no saben quién es el alcalde de su zona, aunque gobierna desde hace cinco años. Casi nadie identifica a alguna persona que se postule para alcalde. En la capital, con ocho alcaldías para más de un millón de habitantes, es difícil que el alcalde se convierta en ese vecino accesible, al que se le pueden transmitir los problemas del vecindario y las demandas de la gente.
Deberían instalarse otras vías de comunicación entre vecinos y autoridades y, sobre todo, debería informarse más a la ciudadanía sobre cuáles son las atribuciones de los alcaldes y las tareas de las cuales son responsables los municipios. Debe estar claro para todos que los alcaldes tienen autoridad propia y capacidad para gestionar los problemas locales, y para ello el segundo nivel de gobierno, las intendencias y los intendentes, deben delegar parte de las áreas bajo su responsabilidad —las más vinculadas a la vida vecinal— a los municipios y darles los recursos para que puedan administrarlas.
Hasta ahora, al menos en la capital, se ha montado una estructura compleja para acercar el gobierno a la gente, pero no se la ha dotado de recursos para educar, tener impacto efectivo o contar con autonomía para resolver. Se sigue discutiendo si es eficiente tener otro nivel de gobierno, que implica aumentar aparatos burocráticos, o si en realidad un tercer nivel de gobierno puede optimizar el uso de recursos, distribuyéndolos donde más se necesitan.
Leyendo la bibliografía que las sustenta, las alcaldías parecen ser un buen instrumento de gobernanza local, pero implican un cambio de cabeza tanto de las autoridades (intendentes y ediles) como de la población. Si la participación en la elección de alcaldes se toma como indicador de ese “cambio de cabeza”, las alcaldías han logrado implantarse mejor en las localidades más chicas, y enfrentan más dificultades cuanta más población deben atender.
Que este instrumento funcione efectivamente, al menos en la capital y otros departamentos muy poblados como Canelones o Maldonado, depende entonces de que el sistema político realmente le quiera dar la importancia que tiene. Depende de que los partidos apoyen a los candidatos a alcaldes y trabajen con ellos para que ejerzan bien su rol cuando les toca ganar, y también de que los intendentes les den la suficiente autonomía para que puedan atender las demandas de los vecinos.
Después será tarea de los alcaldes lograr acercarse a los vecinos en los municipios con muchos miles de residentes. Aunque, desde luego, el trato nunca será tan cercano como en algunas localidades pequeñas del interior, el alcalde puede convertirse en el interlocutor de los vecinos de la zona. En particular, en departamentos tan heterogéneos como Canelones y Montevideo, es fundamental contar con autoridades que entiendan las necesidades específicas de cada zona.
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- Montevideo Portal