De “Chica Guau” a una mujer con conciencia social: “Hay mucha cosa debajo de la alfombra”

Está espléndida Laura Martínez. Prefiere no revelar su edad, aunque sabe que este dato no es difícil de averiguar. Eso sí: asegura, sin que se le pregunte, que nunca se sometió a cirugías estéticas. Se la ve activa y vital: hace años conduce Laura Contigo en canal 11 de Punta del Este, un magazine en un canal que dice que, este sí, es “íntimo y familiar”. Vive en el este, al igual que su hermano Rufo Martínez, enseña tai chi, y planea casarse nuevamente en noviembre con quien está en pareja hace ocho años.
Su anterior casamiento fue con el célebre conductor de TV Cacho de la Cruz, con quien mantuvo un romance cuestionado por la diferencia de edad, en épocas donde no había redes sociales ni celulares con cámaras. Laura fue una joven sexy en las llamadas “Chicas Guau”, fue profe de púberes bailarinas a quienes llamó “Las Chin Chin” y a quien Cacho dio a conocer en su histórico programa infantil de Teledoce. Sin embargo, cuenta Laura en el living de la casa de su madre en Punta Carretas, esas dos décadas y media de televisión “light” prefirió callar el tiempo en que, a dos años del golpe de Estado, se llevaron a sus padres y los mantuvieron lejos de su hogar en Santa Lucía. En esta charla, Laura recuerda las bombas que integrantes de la JUP pusieron en su casa, la falta de sus padres, y el momento en que los volvió a ver cuando los confundió con “bichicomes”.
Además, se muestra como una mujer con conciencia social. Dice que el fallecimiento de José Mujica la “conmovió” y que el expresidente dejó “enseñanzas” como la austeridad o su lucha contra el consumismo. Respecto a la búsqueda de desaparecidos, asegura que hay un pacto entre militares y tupamaros, y dice que “hay muchísima cosa escondida debajo de la alfombra, que, si ahora (en un gobierno de izquierda) no se destapa, ¿cuándo se va a destapar?”
¿Cómo comienza tu carrera artística o en los medios? Porque lo que todos recordamos y que marcó una época, fue El Show de Mediodía y Cacho Bochinche, junto a Cacho. ¿Pero qué fue antes?
Empecé estudiando teatro en el ITUS, en la Asociación Cristiana de Jóvenes, con Roberto Jones, con (Jorge) Medina Vidal, eran todos unos capos, todos grandes profesores de teatro. Ahí empecé a los 17 años. Y era modelo publicitaria, porque no tenía suficiente altura para ser otro tipo de modelo. Pero era un poco linda, entonces hice comerciales de caldos Knorr o de cigarrillos Fiesta… ¡Me encantaría volver a ver esos comerciales!
Me anoté en una agencia de publicidad, Soluciones se llamaba, con María Raquel Bonifacino. Empecé con ella, y Roberto Jones y Jorge Denevi le pidieron a ella dos chicas para hacer el sketch de “El Mago” y para bailar en Telecataplum. Y ahí fui, de la mano de Jones y Denevi, entré. Bailaba, fui bailarina desde los 6 años. Empecé ballet, estudié con Eva Rosa, con Elsa Vallarino. Y después integré el grupo de Elsa Vallarino. Fui pionera en danza contemporánea, ella bailaba Pink Floyd, Led Zeppelin, y nosotros éramos las bailarinas. Yo bailaba cualquier cosa. Empecé con ballet en Santa Lucía (Canelones) desde los 6 años, donde viví hasta los 14 años.
Entonces, en la televisión empezaste bailando, no actuando…
Empecé bailando en el gran final de Telecataplum.
¿Y cómo se da el pase a El Show del Mediodía, otro clásico del 12?
Ahí mismo me convocan para hacer “El Mago”, y ahí fue cuando conocí a Cacho (De la Cruz). Yo empecé con 17, cerca de cumplir 18.
¿Y de inmediato comenzaron un romance, o eso llevó un tiempo?
Enseguida no, llevó un tiempo. Llevó un tiempo, no me acuerdo cuánto. Yo recién había cumplido la mayoría de edad, y seguía estudiando, estaba haciendo Humanístico en el (liceo) Suárez. Empecé a salir con Cacho uno o dos años después, cuando tenía 19 o 20.
Foto: Javier Noceti/Montevideo Portal.
En Portada, de Punta del Este, dijiste: “Fuimos muy cuestionados, pero el amor fue más fuerte”. ¿Por qué fueron cuestionados? ¿Por la diferencia de edad?
Exactamente, por la diferencia de edad. Mi padre me quería matar. Lo criticaban a Cacho, el adulto, y a mí también. Decían: “Esta se quiere trepar o quiere avanzar en su carrera estando con Cacho”. Pero realmente, fue el gran amor de mi vida. Yo me enamoré y queríamos dejar la relación, queríamos dejar por este motivo. Él era mayor que mi papá y mi familia no lo quería. Mi familia no lo quería. No hablo de la otra familia. Pero en mi familia él no era aceptado. Inclusive, te voy a decir algo —esto no lo dije nunca—: mi padre me echó de mi casa. Me fui a vivir a la casa de una amiga de mamá que se llamaba Gloria.
“Lo criticaban a Cacho y a mí también. Decían: ‘Esta se quiere trepar estando con Cacho’. Pero fue el gran amor de mi vida. Yo me enamoré y queríamos dejar la relación, por ese motivo. Él era mayor que mi papá y mi familia no lo quería”
Pero tiempo después sí fue aceptado, supongo. ¡Estuvieron 25 años juntos!
Sí, después sí. Por eso te digo: el amor pudo más. Tratamos de dejar (la relación) muchísimas veces, dejamos, de hecho, muchas veces, porque sabíamos que había algo que no estaba bien. Era muchísima diferencia de edad (NdeR: se llevan 28 años, Cacho de la Cruz hoy tiene 88 años).
En esa época no había redes sociales. Hoy, una pareja mediática con tanta diferencia de edad, se expone a las críticas en redes, y pueden llegar a sufrir de verdad, si leen todo lo que se publica en redes, y sobre todo desde el anonimato. En esa época que no existían. Ese cuestionamiento público, entonces, ¿cómo lo percibías?
Lo percibía a través de mis hermanos, Rufo (Martínez), un divino, me decía lo que le comentaban sus amigos. El bullying siempre existió, ¿no es cierto? Me hiciste pensar cómo sería lo nuestro con las redes sociales de hoy…
Pero fíjate que esa relación fue tremenda. Nos casamos dos veces, una vez en Las Vegas, y otra vez acá. La gente no daba dos pesos por nuestra relación, no nos daban más de dos o tres meses, y por parte de mi familia tampoco, eh. Y duró 25 años. Nos casamos primero en Las Vegas y pensamos que era todo joda, pero era todo de verdad. Todavía no me divorcié en Las Vegas, ahora que pienso…
En 2020 hiciste público que tus padres, quienes eran militantes de izquierda, fueron llevados por militares en los años 70 y estuvieron desaparecidos unos cuántos meses. Y que todo comenzó cuando tu casa sufrió un atentado con bombas. Vos tenías 8 años. ¿Qué recordás?
Mis padres eran de izquierda, pero no eran tupamaros. Tenían un comité de base en Santa Lucía, tenían una olla popular, y yo misma revolvía la olla, era chiquita y la revolvía parada en un banquito. La olla estaba en la calle Héctor Miranda, donde estaba mi casa. Agradezco que mis padres estaban vivos… Mi padre ya no está, mi madre sí, y está muy bien.
La gente dice: “Cómo siguen con este tema, ya pasaron 50 años”, o dicen: “Hay que dar vuelta a la página”. Pero si le toca a un padre, una madre, un hermano, estoy segura que no das vuelta a la página, porque el dolor es inmenso y la gente que no apareció, eso es terrible, eso es terrible… Aquí tengo a mi madre que puede hablar de la insensibilidad de los militares de la época.
“La gente dice: ‘Cómo siguen con este tema, ya pasaron 50 años’, o dicen: ‘Hay que dar vuelta la página’. Pero si le toca a un padre, una madre, un hermano, no dan vuelta la página, porque el dolor es inmenso y la gente que no apareció, eso es terrible…”
¿En qué sector político militaban tus padres?
En ninguno. Tenían un comité de base, y eran de ideología de izquierda, pero no militaban en ningún sector político. Ahora viene mamá y le preguntás a ella. Hay muchas cosas que yo borré. El dolor y el miedo te hacen borrar muchas cosas de la memoria.
¿Y qué es lo que borraste?
El dolor profundo, la tristeza de no estar con mis padres, de que no estén con nosotros. Porque a ellos los secuestran. Fue así: cuando tuvimos el atentado con tres bombas en mi casa, la casa quedó destruida. Mi padre en un momento dijo: “Vamos a salir por la puerta de entrada”, y se llevó a mi hermano Juanjo en brazos. “Por acá no”, dijo, y agarró al otro hermano y salimos por el fondo. Y cuando salimos por el fondo, explotó la bomba en la entrada. Te lo cuento y me erizo toda. Mi padre nos salvó la vida, porque al final fueron tres bombas, porque después que terminamos de salir por el garage, explotó la otra. Nos pusieron tres, era como para matarnos.
Vos contaste que la niña Laura estaba casi desnuda, en ropa interior…
Me acuerdo que hacía mucho frío, yo estaba en ropa interior y ví la casa en llamas y todo el barrio mirando, la Policía, el fuego, todo… Eso es lo que yo recuerdo. Estallaron los vidrios de dos manzanas alrededor, fue un estruendo impresionante.
¿Y se pudo comprobar que eran militares, que el ataque fue de militares?
Creo que se llamaba la JUP (NdeR: Juventud Uruguaya de Pie, un movimiento estudiantil derechista fundado en 1970 que sumaba a jóvenes que se autodefinían anticomunistas). Y ahí mis padres deciden irse de Santa Lucía para Montevideo y cuando hacen un asado de despedida en el río Santa Lucía, ahí no volvieron más, ahí es cuando los llevaron detenidos. ¿En ese asado? En ese asado que hicieron mis padres.
La profesora de Historia, María Julia Listur, tiene 87 y está muy lúcida. Cuenta, tras la entrevista con su hija, que efectivamente, ella y su marido no eran tupamaros, sino militantes de izquierda que tenían un comité de base en el garage de su casa en Santa Lucía. Se hicieron frenteamplistas tras quedar embelesados con Seregni. Dice que está segura que el ataque con bombas a su casa, en 1971 (dos años antes del golpe de Estado, pero en tiempos bastante agitados), provino de la JUP.
Dice, además, que los montevideanos no tienen ni idea cómo era la cosa en el interior del país en los años de plomo. Que las bombas eran de una potencia tal, que rompieron todos los vidrios en cinco cuadras a la redonda, no quedó vidrio sano en su casa, y hasta rompieron la puerta de roble de la entrada. Una bomba fue arrojada en el dormitorio de la pareja, otra en un hall y la otra en la puerta principal.
Ella recuerda que el que reaccionó rápido fue su marido. Ella no, María Julia quedó petrificada, “como una momia”, dice. Atinaron a querer salir por la puerta del frente —antes que explotara una bomba allí— y su esposo dijo: “No, por ahí no, salgamos por la cocina”. Abrazaron con fuerza a los tres hijos y salieron por la cocina de la casa. “Si hubiéramos pasado por la puerta principal, no quedaba ninguno vivo”, afirma.
Sigue Laura Martínez:
Durante esos meses en que ellos no estuvieron, a mí me cuidó mi tía, que era del Partido Nacional. A ella también la llevaron detenida después, y ahí quedamos con mis abuelos, Pero mis abuelos estaban muy nerviosos. Entonces ahí nos repartieron a mí y mis hermanos en tres familias diferentes. Yo fui a la familia Moré, Anita Moré era la madre y Rosina era mi compañera, y me llevaban a la escuela todos los días. Anita me llevaba a la escuela. Me acuerdo que después mi madre, cuando la soltaron, encontró pila de dibujos míos, donde ponía: “Mamá volvé” y qué sé yo. Era el sufrimiento…
Foto: Javier Noceti/Montevideo Portal.
¿Y cuánto tiempo después volvieron tus padres? ¿Cómo te reencontraste con ellos?
Fue algo insólito. Yo iba a la escuela número 140 de Santa Lucía, pero hacíamos deporte en Canelones, entonces iba con mi amiga Rosina a hacer deporte en Canelones, y cuando volvemos en el ómnibus departamental, me dice Rosina: “Mirá esos bichicomes la pinta que tienen”. Y yo: “Ay no”. Miré, y vi que estaban todos de negro, todos sucios, con las greñas… Los miro bien, y eran mi madre y mi padre: esqueléticos, con una bolsa enorme con ellos, porque ahí le dejaron los restos de un asado y todo. Eso fue seis u ocho meses después… Tampoco lo sé, pero ella te lo va a saber decir. Fueron detenidos y torturados.
“Mi amiga me dice: ‘Mirá esos bichicomes la pinta que tienen’. Y yo: ‘Ay no’. Miré, y vi que estaban de negro, todos sucios, con las greñas… Los miro bien, y eran mi madre y mi padre: esqueléticos, con una bolsa con ellos”
¿Y pudiste hablar con tus padres, después, sobre qué pasó durante esos meses?
No quisieron hablar mucho, porque aparte, como estaban perseguidos también, mi madre no quiso hablar. Hasta hace poco, nosotros no sabíamos nada.
¿Qué te contó hace pocos meses?
Nos contó cosas, y ahora hizo un nuevo documental, contando lo que había pasado. Por ejemplo, ella estaba menstruando y la dejaban afuera toda la noche, toda la noche, menstruando, con perros que la atacaban, y algunas cosas más… Y a mi padre también. Fueron torturados. Me enteré hace poco, en el cumpleaños de mi madre, el 9 de abril. Ella nos dio un video, donde cuenta todo.
Mamá ha hecho documentales y ganó premios en Lyon (Francia), en Buenos Aires, en Brasil, con sus documentales apoyados por los gobiernos de izquierda. Son testimonios de gente inocente que ha estado presa y torturada. Mi madre integra asociaciones de derechos humanos en nuestro país. Ella te lo va a poder contar mejor.
El documental se llama Voces de Santa Lucía: víctimas del despotismo militar, es de 2014, y se puede ver en YouTube. Fue presentado en Buenos Aires y se reprodujo en varias universidades de Francia, país que recorrió para dar charlas sobre derechos humanos. La película —de apenas 23 minutos— obtuvo mención especial en el Atlantidoc en 2014, e integró la Selección Oficial del 16° Festival de Cine de Derechos Humanos de Buenos Aires.
En el documental, Listur dice cosas como éstas: “Y ahí nos agarraron, nos agarraron a todos, y nos llevaron a la comisaría, encapuchados y esposados. El que nos llevó había sido alumno mío, Piccardo. Las memorias del calabozo son duras. Te decían amenazas como: “En este calabozo te podemos hacer cantar lo que quieras. Mirá que estás muy linda, y estamos todos mirándote. Y si no cantás, acá en el patio del cuartel tenemos unos cuántos enterrados, eh”. Era una violencia y una amenaza continua”.
Más adelante dice: “Había uno que se hacía el amigo, el compinche, que decía: “Esto pronto quedará atrás, ya va a quedar libre y todo esto se va a olvidar”, porque querían yo dijera algo más… pero yo no sabía nada, ni estaba enterada lo que querían que yo dijera. Hay otros testimonios más fuertes, con detalles de torturas recibidas. Listur contó, además, sus padecimientos en otros documentales como Voces de Canelones y Dos mujeres en los calabozos de San Ramón, entre otros.
Listur (87) confiesa que hace pocos años se decidió a contar los tormentos que había sufrido esos meses de detención ilegal. “Me llevaban al medio del campo, esposada y encapuchada, y tenía un montón de soldados alrededor, y yo tenía que hacer pichí y caca ahí, en el campo, con ellos mirándome. En todo ese tiempo nunca me dejaron ir al baño, nunca pude lavarme las manos siquiera. Una noche estaba con la menstruación, y me dijeron: “Ya le traemos algodón”. Pasé toda la noche enchastrada, sin poder higienizarme. Después entraban a interrogarme —aunque yo no sabía nada— y decían: “¡Ay, qué olor a podrido hay acá! ¡Qué asco!” “Y sí, si tenía que hacer todo ahí en el calabozo, y no me dejaban pasar a un baño”, agrega, haciendo memoria.
A sus hijos Laura, Rufo y Juanjo se animó a darle detalles de lo que le tocó vivir en 1971 hace poco. Le hicieron pagar un alto precio por pensar que ella era tupamara, cuando —afirma— nunca lo fue. Ella se animó a contar todo en los últimos años porque otras colegas docentes ya murieron, y no pueden dar su testimonio. Listur no está segura de cuánto tiempo estuvo alejada de sus hijos: ¿Días? ¿Semanas? ¿Meses? ¿Uno u ocho? “No lo sé… ahí en el calabozo y con la capucha, el tiempo pasa mucho más lento”.
Tú trabajaste muchos años en televisión, fuiste una figura pública desde muy joven, y durante décadas esta historia no se conoció, pero, aunque no conocías los detalles, tú la habías vivido, recordabas las bombas en tu casa. ¿Por qué no lo contaste antes? ¿Tenías temor a perder tu empleo en canal 12?
Sí. Además, era algo tan profundo lo que habíamos vivido con mi familia, y por otro lado, mi trabajo siempre en televisión siempre fue muy light, vinculado al entretenimiento. Pero el que me conoce, sabe que soy una persona totalmente diferente al personaje que yo muestro en televisión, en todas sus facetas.
“Era algo tan profundo lo que habíamos vivido con mi familia, y por otro lado, mi trabajo siempre en televisión siempre fue muy light, vinculado al entretenimiento. Pero el que me conoce, sabe que soy una persona totalmente diferente al personaje que muestro en TV”
Entonces, estaba primero el miedo, y después como que no pegaba, era siempre Laura divertida, “pum para arriba”, positiva… pero si me hablás de mi pasado, sí.
A propósito de ese “personaje”, como lo llamás tú, te recuerdo con una figura de mujer sexy en “las chicas Guau” con Lilián Anchorena y Renée De León, y por otro lado, después se da la veta de la conducción infantil en Cacho Bochinche y con las “chin chin”. ¿Con cuál de las dos versiones de Laura te sentías más cómoda?
Indudablemente, el programa infantil fue lo máximo para mí. Las “chicas Guau” fue una creación de Cacho, que fue un éxito, pero yo me sentía muy incómoda porque toda mi vida bailé en zapatillas de ballet clásico. Renée y Lilián eran amorosas, las dos me llevaban algunos años, eran muy buenas compañeras. Eso quiero resaltarlo porque en esta época no se da. Yo tenía que bailar de tacos, de malla, eso ya fue una revolución. No lo disfrutaba tanto, pero fue un éxito.
Como dijimos, en esa época no había redes sociales, y tampoco había smartphones con cámara incorporada. ¿Cómo se daba el reconocimiento de la gente? ¿Te reconocían y saludaban en la calle?
Sí, sí, claro que sí. Paralelamente, a partir de los 22 años ya daba clases de danza para niñas. Siempre mi corazón estuvo en los niños y hasta el día de hoy, que doy clases a chicos con discapacidad. Hace años: con Centro Tarobá, con la Escuela Horizonte, siempre tuve feeling con los chiquilines, y con las causas sociales. Estoy llena, tengo que decir que no, porque si no me puedo comprometer, no voy. No estoy solo para las fotos.
¿Y las “Chin Chin” que fueron para vos?
Divino, divino, formé nueve grupos, un gran desafío. De ahí salió Paola Bianco, pero no solo ella, una cantidad de chicas, que ya son madres. Empezaban chiquitas y después yo las tenía que cambiar porque ya crecían. Formé nueve grupos de niñas, fue una etapa espectacular.
Foto: Javier Noceti/Montevideo Portal.
Hay una leyenda urbana respecto a Cacho. Que cuando las cámaras se apagaban, era un gruñón que trataba mal a los niños. Incluso, “Pelusita” Silva le hizo reclamos muy duros, y Cacho me dijo que era un desagradecido. ¿Eso es mito o fue así?
Nosotros disfrutábamos ir a hacer el programa. Llegábamos a ensayar con los chicos mucho antes de las 10 de la mañana para que los chicos estuvieran seguros de lo que tenían que hacer y no transmitirles el miedo de las luces, todo eso que es la televisión. Cuando venía el corte comercial, venían todos los clientes a hablar con Cacho: el contador, el director, los avisadores, todos iban a hablar con él. Entonces, no era que él maltratara a los chiquilines, no. Él estaba comprometido con los auspiciantes, porque si no el programa no salía.
¿Por qué lo comparaban conmigo? Porque yo no tenía esa responsabilidad, entonces en el corte, yo iba a hablar con las maestras, con los niños, los aupaba. Yo disfrutaba. Y él ponía toda su atención en los anunciantes: venía el de Ricardito, el de esto, el de lo otro. Y yo en los cortes iba a hablar con las maestras y los gurises. Que yo sepa, cuando estaba casada con él, él se sacaba fotos con todo el mundo. Pero tenía que atender a los clientes, para que el programa siguiera siendo un éxito.
Y si la diferencia de edad no fue un problema durante 25 años, ¿qué precipitó el final de la relación?
El final del amor, nos queríamos muchísimo, pero el amor se fue disipando. A veces se disipa a los tres meses o a los cinco, y con nosotros duró 25 años. Hay que ser fiel pase lo que pase a lo que uno siente.
¿Desde hace cuántos años estás en tu programa Laura Contigo, en canal 11 de Punta del Este?
Estoy hace ocho años con el magazine. Y estoy súper cómoda. Es un canal chico y ahí sí que te puedo decir que es familiar. ¿Viste cuando te dicen: “Es como una familia” en los grandes canales? ¡Minga! Te da patadas de atrás, te serruchan. Ahí somos cuatro o tres, Marcelo Pullares, yo y algún otro. Nos vamos suplantando unos a otros.
¿Y lo de las clases de tai chi cómo se dio? ¿Cuándo nace la inquietud de aprender tai chi y después enseñarlo?
Nace la inquietud hace 20 años cuando yo empiezo a estudiar control mental y reprogramación mental con Henry Gelencser, después sigo con Solange Gerona, una doctora grado 5 que está en la espiritualidad y la medicina. Yo hace 20 años que estoy en esto, más el yoga —mi madre es profesora de yoga—, y después hice un curso con Tony Robbins, un genio: él me focalizó y me puse a estudiar tai chi. Yo soy súper espiritual y es lo que me mantiene en proceso de evolución.
Tai chi es meditar en movimiento. Es un estado meditativo donde trabajás la parte corporal, energética y espiritual. Es un estado meditativo donde trabajás ejercicios y formas desbloqueando tus canales energéticos a través del ejercicio. Entonces vos te vas de la clase con otra energía y es como si te hubieras tomado algo, porque ya es champagne. Te vas totalmente en estado zen, tanto, que a veces tengo que manejar y digo: “Ay, ¿cómo estoy?” Y a las alumnas les digo: “No hablen ahora”. Es una puerta de entrada a tu mundo interior, porque todo se vive una vorágine, ¿viste? Estamos siempre y la pandemia nos dejó en la peor crisis de salud mental y económica. Eso se agudizó. Y si vos no trabajás tu interior, tus miedos, ¿cómo haces para seguir viviendo en esta locura de tecnología, de redes, de que no te alcanza la plata? Yo veo cada vez más gente pobre, gente anciana y pobre, y si vos no estás fuerte desde adentro, que es dificilísimo…
Sos una mujer izquierda. ¿Cómo te afectó la muerte de Mujica?
Conmovió al mundo entero. Fue una conmoción, nos dejó un gran aprendizaje, y tú sabés mucho más que yo, en cuanto a (evitar el) consumismo, a valorar la vida, el seguir para adelante, caete pero levantate. No estoy hablando de cómo gobernó, si no de su personalidad.
El pasado 20 de mayo se desarrolló una nueva Marcha del Silencio. ¿Tenés expectativas que en un nuevo gobierno de izquierda se pueda llegar a algo más de verdad y justicia?
Mirá, me erizo toda porque tiene que ser así, tiene que ser así. Si la gente con esto no tiene la sensibilidad, no tiene la coherencia de que eso se tiene que agilizar, caiga quien caiga, tienen que aparecer, saber dónde están los desaparecidos. Tiene que salir, no te digo todo, pero algo más tiene que salir a flote en respeto a los familiares que ya no tienen a sus seres queridos.
¿Vos creés que hay mucha gente viva, que sepa cosas y debería hablar? ¿Sos de las que cree que hay un pacto entre militares y tupamaros?
Sí. Hay muchísima cosa escondida debajo de la alfombra, que, si ahora no se destapa, ¿cuándo se va a destapar?
Trabajaste en televisión más de 25 años, sos docente de tai chi, vivís en el lugar que querés vivir, y también actuaste. ¿Tenés algún pendiente?
Yo hice más de 50 obras de teatro, actué en cine también, hice El Francés, con Carlos Perciavalle y Jorge Martínez, donde yo hacía algo una condesa italiana, fue un gran desafío. Hice teatro con Franklin Rodríguez, además de hacer teatro infantil durante años. Tuve el placer de trabajar con (Ricardo) Espalter, (Eduardo) D ‘angelo, (Enrique) Almada… ¿Sabés qué? Me siento plena, no tengo ningún sueño más por cumplir. Me siento totalmente plena, con tranquilidad, salud, y quiero quitarme mochilas. Como dijo Pepe (Mujica): “Quiero vivir liviana de equipaje”.
“Me siento plena, no tengo ningún sueño más por cumplir. Me siento totalmente plena, con tranquilidad, salud, y quiero quitarme mochilas. Como dijo Pepe (Mujica): ‘Quiero vivir liviana de equipaje’”.
Tu hijo Santiago, producto de tu matrimonio con Cacho de la Cruz, está radicado en Barcelona, donde fue aceptado para hacer un Máster de Piano en el Conservatorio Liceu de música clásica. ¿Has ido a verlo estudiar y tocar allá?
¡Es impresionante lo que toca Santiago! Hace música clásica, una locura, Bach, Mozart, (Alessandro) Scarlatti, Beethoven, todo divino… Mirá, cuando fui a Barcelona me llevé una pila de cosas de tai chi para estudiar, y chi kung, que son artes marciales de origen interno. Y estando allá pensé: “¿Qué me voy a poner a estudiar?” Lo miraba y le veías las manos que volaban por arriba de las teclas del piano, una cosa divina, así que estoy plena.
¿Te vas a casar este año, con el empresario Leo Nedeff, como dice la prensa de espectáculos?
Y… si Dios quiere, sí, no se sabe todavía, vamos a ver… Estamos viviendo juntos y si seguimos felices y sigue todo bien, nos casamos en noviembre.
¿Sos feliz?
Sí, plenamente feliz. No me queda nada.
- Fuente: Montevideo Portal
- Redacción: César Bianchi