Tron: Ares — Un programa sofisticado, una misión real y un mundo que no estaba listo
El tercer largometraje de la historia de ciencia ficción aborda la relación entre máquinas y personas con la inteligencia artificial como tema central

Después de más de una década en pausa, Tron: Ares llega con la difícil tarea de revivir una saga que siempre fue más promesa visual que éxito narrativo. Desde los primeros minutos, se nota que Joachim Rønning quiso darle un tono más maduro, más “Black Mirror con esteroides” que videojuego vintage. Jared Leto encarna a Ares, un programa tan elegante como confundido, que cruza al mundo real y empieza a hacerse las mismas preguntas que cualquiera con una crisis existencial a las tres de la mañana.
Lo bueno: la película es un festín visual. Cada plano parece un videoclip caro, con luces que podrían iluminar medio Montevideo y una banda sonora que retoma la vibra electrónica de Legacy sin copiarla. Greta Lee le da aire fresco al universo Tron, y los secundarios —Gillian Anderson y Evan Peters en particular— hacen lo suyo con solidez. Lo flojo: la trama a veces se toma demasiado en serio, con diálogos que suenan como si los hubiera escrito una IA tratando de sonar filosófica. Falta un poco de esa chispa que hacía que los dilemas digitales se sintieran humanos.
¿Vale la pena? Sí, si te copa la ciencia ficción con estilo y un poco de introspección tecnológica. No esperes salir con respuestas sobre la naturaleza humana, pero al menos vas a ver una de las pelis visualmente más potentes del año. Ideal para verla en cine, con pochoclos y la cabeza lista para derretirse un poco entre bits y emociones.