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LA MAESTRA SE VUELVE “MADRE” Y EL MAESTRO “AMIGO”…

 Educan convencidos que cada tiza que se gasta es una bala que no se dispara, que cada escuela que se funda es una cárcel que no se construye. Optimistas por naturaleza le dan molde a diario al futuro nacional, sembrando en el corazón de cada niño la esperanza, del “se puede”.

Educan convencidos que los logros de sus alumnos son por mérito de estos, y que sus fracasos, son responsabilidad del docente. Enseñan con la convicción de que las grandes escuelas no son los edificios, sino que se elevan o no, en función del amor que cada quien le pone para que estas se sean el mejor espacio del mundo. Sin importar si están en Saravia o en Rincón de la Urbana, la escuela sigue siendo para todos, “la segunda casa”.

Entre versos, verbos, números y letras, con polvo de tiza en las manos, entre bancos de madera, la escuela es hogar, refugio, almácigo de sueños, de saberes, de hombres y mujeres de bien.  

En la escuela de hoy y en la de ayer, el recuerdo de nuestras maestras habita en la memoria del corazón, y se mezcla con voces presentes o lejanas, albergando risas, pasos, llantos, sueños, aprendizajes. Allí el maestro no sólo enseña, potencia, motiva, ayuda, descubre talentos, virtudes, deriva. También allí, el docente detecta situaciones de abuso, violencia, desnutrición, y pone su rostro y se juega la ropa en defensa de ese niño, de esa niña, que confía en su maestra/o.

A veces, aún abrumados por la bur(r)ocracia, el corazón busca y encuentra los modos de ayudar, con estrategias que no están en los libros, la lección escolar se cambia por el consejo, y el amor por los alumnos comienza a borrar prejuicios.

Por eso, pueden encontrar a los maestros detrás de una pila de cuadernos, llegando en moto a la escuela, cruzando alguna cañada con el agua por la rodilla o haciendo dedo rumbo a Noblia, Fraile Muerto o Arbolito. También los pueden ver hablando con las manos (Lengua de Señas) o leyendo con ellas (Braille), viviendo en la ruralidad o dando clases al caer el sol cuando hace frío o en un saloncito perdido, donde la maestra se hace “madre” y el maestro “amigo”.

Filas, campanas, salones; un dibujito en un papel de estraza con mucho cariño, va dejando huellas para que otros hagan camino. En recompensa quizás a un sistema que pronto olvida, eternamente ocuparán un sitial de privilegio en la memoria del corazón de sus niños, que, sin importar la edad, nunca les olvidan.

  • Con este texto que recoge el sentir de “sembrando abecedarios”, de alumnos y algún docente, Cerro Largo Portal saluda a todos los Maestros en su día.

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