FUE POR 3 MESES Y HACE 22 AÑOS QUE VIVE EN LOS EEUU
VIAJABA HACIA SU DESTINO
Un mate amargo viaja por los Estados Unidos diariamente de ciudad en ciudad. Hace más de 20 años que Mauricio Rodríguez dejó su Melo natal. No llevo mucho en la maleta, pues estaría unos 3 meses, no mucho más. Aquí, trabajaba en el reparto de encomiendas de la empresa Nuñez y de un día para otro, emigró. Al igual que otros, se fue al “mundo nuevo” con más intuición que conocimiento en busca de oportunidades que su tierra le negó.
De inglés nada sabía, de necesidades sí. A los “aviones a chorro”, los había visto desde abajo y nunca se preguntó cómo se verían las nubes desde arriba. Sin embargo, en el inicio del milenio y después de mucho pensarlo, la realidad y las ansias de superarse lo llevaban a comprar un boleto aéreo, solamente de ida.
Quizás al partir, nunca imaginó que podría quedar preso de los vaivenes de la política internacional, de pasaportes, de visados, de una realidad económica frágil y de un viaje hacia el norte que terminó siendo su destino.
Como buen uruguayo, el mate lo acompaña, lo consuela, lo anima, le habla, lo trae a su ciudad y lo hace sentir un poco más cerca de casa. Desde lejos, pero con un tono de voz cercano, este ciudadano del “Departamento N° 20”, nos dice:
Los primeros años no fueron sencillos y al igual que muchos, Mauricio, hizo de todo. El ritmo vertiginoso del gigante del norte poco tenía que ver con la ciudad que lo vio nacer, la que hasta hoy despierta con el sonido del “pito” de la Coleme (cooperativa láctea) a las 7 am. y respeta la costumbre sagrada de… la siesta después del almuerzo.
Hubo muchos cambios y entre largas horas de trabajo, de traslados, de esfuerzo, este melense con ganas y hambre de superarse fue encontrando su oficio, descubriendo habilidades y potenciando otras que no sabía tener, para transformarse poco a poco en un hábil y eficiente constructor que reforma casas y que va de un lado a otro de New Jersey, según la demanda.
En la ciudad que dejó o llevó Mauricio Rodríguez, el Cnel. Barreiro gobernaba la comuna, “Los Perales” alentaban a la selección, en el Centro Obrero había concurso de canto, en los bailes y en la radio Karibe con K sonaba fuerte y Gerardo Nieto, tenía el pelo largo.
Por la avenida Brasil, al amanecer, inundaba el olor a galleta recién horneada de la Baraibar y en el carnaval arachán, Calilo, la Nana y “el Heriberto”, bailaban alegremente con la Chuva da Pedra.
La terminal de ómnibus no estaba reformada, el barrio Anido recién se empezaba a poblar. La carne de oveja costaba 16 pesos el kilo y algunos aún, contrabandeaban en bicicleta viajando hasta Aceguá.
En barrio Soñora, donde nació nuestro entrevistado, las crecientes eran más frecuentes, la carretera no tenía bitumen, mucho menos luz. “El Negro” Julio Gutierrez era el cazador más conocido de la zona, y a Fredy Araujo, como travesura, más de uno de sus jugadores de la “Yuventus” le metía mano en la hoya de aluminio gigante para probar el dulce de boniato caliente, que aún reposaba.
Pese a los rezongos de la maestra Belkis Yarzabal, en verano, toda la gurisada de la escuela 114 se bañaba a contra turno en los pozos del maestro Rivero, en la playita de Vázquez, en la Prohibida y se jugaba al fútbol hasta la noche, sin mencionar que ir al bar de Lauro Bandera a jugar al casín o las cartas, para esa generación, era normal.
En ese paisaje nostálgico y folclórico del que sólo queda el recuerdo, Mauricio fue alma mater del River de aquellos años. Quienes vistieron la camiseta de ese club barrial que supo cosechar varias copas, lo recuerdan como un “loco lindo”, que desbordaba de pasión por esa camiseta que tantas alegrías le dio. Por eso, no es difícil encontrar cada tanto en su cuenta de Facebook o en sus estados de WhatsApp, alguna foto de su club como trofeo y recuerdo de esos buenos años.
Antes del amanecer y desde EEUU, este ciudadano del “Departamento N° 20” del Uruguay (como hemos dado en llamar), nos envió un audio contando sobre su presente y su historia. “Si quedó mal disculpa, es que aún no amanece y voy manejando con cuidado, pues aquí andan osos, venados, y debo prestar atención a la ruta”, nos comentó a modo de disculpa. “Cuando llegue a Pensilvania te mando un video”, nos dijo.
EL NUEVO EXILIO
En varios de los casos para quienes están en el exterior, las diferencias en kilómetros entre el lugar donde se viva y Uruguay, muchas veces son más cortas que las distancias gigantes que impiden el retorno.
En algunos casos, volver al “paisito” es poner en riesgo la posibilidad de retornar a ese país donde se vive, fundamentalmente por aspectos legales. Pese a las décadas marcadas por un proceso migratorio constante, el slogan de “ciudadanos del mundo”, no le cabe a todos y el riesgo es muy alto, más aún cuando en el nuevo mundo ya hay otra vida hecha, con familia, vínculos, cierto arraigo, trabajo y oportunidades de desarrollo y no sólo en el campo laboral.
La emigración de Uruguay empezó aproximadamente hace un siglo, pero experimentó un aumento significativo desde los años 1960. Las sucesivas crisis económicas (especialmente en 1982 y 2002), sumado al pequeño tamaño de la economía y la población del país, fueron factores decisivos que empujaron a miles de uruguayos fuera de su país de nacimiento; los migrantes económicos viajaron principalmente a otros países de habla hispana, como Argentina o España, con economías más grandes. Como Uruguay tiene relativamente bien desarrollado el sistema educativo y acceso gratuito a la Universidad de la República, muchos licenciados profesionales uruguayos y los becarios encontraron su país demasiado pequeño para conseguir sus objetivos, lo cual resultó en una fuga de cerebros. La dictadura militar de 12 años que rigió de 1973 a 1985 también forzó a muchos uruguayos a ir al exilio debido a diferencias ideológicas, en el contexto de la Guerra Fría.
- Cerro Largo Portal agradece a Mauricio Rodríguez por haber confiado en nosotros para contar su historia, y le damos la bienvenida formalmente al “Departamento número 20” del país, el que seguiremos recorriendo, tras la huella del tiempo de aquellos que se fueron… sin irse jamás.