“EN UN INVIERNO MATÉ 7 GATOS PINTADOS, A TODOS LES PEGUÉ AQUÍ”, DICE LA YICA, LA CAZADORA DE ARBOLITO
CUMPLIRÁ 86 AÑOS, ANDA EN BICICLETA, CAZA EN EL MONTE, SE SUBE A LOS ÁRBOLES Y TOMA VINO
María Elvia Martínez Arostegui es su nombre y en unos días cumplirá 86 años. La conocen como la “Yica” o “la cazadora de Arbolito”, pero es nacida y criada en inmediaciones del arroyo del Guazunambí. En la zona su nombre suena a leyenda y no hay vecino que no sepa que con su arma en mano coloca la bala donde quiere.
Es que los genes mandan dice “La Yica” rememorando otros tiempos, donde cruentos enfrentamientos enmarcados en la revolución que unió dos siglos a punta de lanza, sable y bala, marcó un mojón en la heroica batalla de Arbolito. Su abuelo, fue el capitán Arostegui, uno de los protagonistas de esa guerra civil allá por el 1897, donde caudillos, líderes y anónimos derramaron sangre en aquellas cuchillas.
Reconoce que el paso del tiempo le generó secuelas en su cuerpo, pero en su mente joven y ágil, sigue planificando caserías y si le dan ventaja, sin pesarle la edad, sale al monte en busca de alguna presa.
En su última salida nos regaló la oportunidad de acompañarla y pese a su ritmo cansino, es admirable ver cómo atraviesa el monte espeso como si fuera viento. Consiente de su condición física a los cerros los esquiva con delicadeza, pero sin caminar más de la cuenta encuentra la mejor “ruta” para avanzar.
Conoce cada rincón de la zona que recorre, cada árbol, cada campestre o arenal. En la medida que avanzamos los recuerdos vuelven a su memoria intacta y relata algunas de sus hazañas.
“CUANDO QUISO OLFATEARME YA TENÍA LA BALA EN EL OJO”
“En esa rinconada no hace tanto maté una capincha grandota, debía pesar más de 60 kilos. Ya había visto sus rastros y me fui acercando despacito. Cuando quiso olfatearme ya tenía la bala en el ojo”, comenta entre risas la legendaria cazadora.
“Ese día estaba frío y yo no me quería meter en el agua, porque las lobitos de río estaban en celo y te pueden morder. Al final no me quedó otra y me metí en el agua helada para sacarla, me dio mucho trabajo. Después la abrí, y como era muy pesada la tuve que partir en dos para poder cargarla en la bicicleta”.
“¿Cómo, en bicicleta Yica?” Pregunté con sorpresa.
“Sí, claro. Tengo mi mancerati siempre bien cuidada, después de cazar cuelgo al animal, dejo oreando la carne en el monte y voy en busca de mi bici. Al hombro ya no me da para cargar”, dice con un tono pícaro, y lanza una carcajada sin igual.
“TOPAMOS DURO CON DURO”
Nos aclara que es zurda y reconoce sin presumir, que si el tiro se da para la derecha coloca la bala donde quiere. También recuerda que en uno de esos tantos días donde salía sola al monte, después de detonar su escopeta, aparecieron 2 cazadores pretendiendo llevarse su caza. “Cuando les conocí la intención metí el Solingen (cuchillo) pa´ delante y me dije, bueno, aquí toparemos duro con duro”.
En el living de su casa María Elvia Martínez es amable, de buen humor, charlatana y sociable, pero al sentir la brisa del monte y con la escopeta en la espalda María se transforma en “La Yica” y pasa a ser silenciosa, observadora, meticulosa, se vuelve viento, invisible e implacable.
A sus casi 86 años sigue cruzando el arroyo donde caza por arriba de los árboles y entre risas, reconoce que los genes mandan, al contarnos que de vez en cuando, se toma algún vino.